La paradoja de nuestro tiempo es que tenemos edificios más altos y temperamentos más reducidos, carreteras más anchas y puntos de vista más estrechos. Gastamos más pero tenemos menos, compramos más pero disfrutamos menos. Tenemos casas más grandes y familias más chicas, mayores comodidades y menos tiempo. Tenemos más grados académicos pero menos sentido común, mayor conocimiento pero menor capacidad de juicio, más expertos pero más problemas, mejor medicina pero menor bienestar.
Bebemos demasiado, fumamos demasiado,
despilfarramos demasiado, reímos muy poco, manejamos muy rápido, nos enojamos
demasiado, nos desvelamos demasiado, amanecemos cansados, leemos muy poco,
vemos demasiada televisión y oramos muy rara vez.
Hemos aprendido a ganarnos la vida,
pero no a vivir. Añadimos años a nuestras vidas, no vida a nuestros años. Hemos
logrado ir y volver de la luna, pero se nos dificulta cruzar la calle para
conocer a un nuevo vecino. Conquistamos el espacio exterior, pero no el
interior. Hemos hecho grandes cosas, pero no por ello mejores.
George Carlim, comediante de los años
70 y 80